Mientras tanto, por las noches todos los personajes de los cuentos saltaban de las estanterías y se colocaban en el escaparate, expectantes y ansiosos.
Los señores ratones se frotarán las patitas -murmuró una vieja vaca de peluche.
¡Libros nuevos!¡Libros nuevos! ¡Qué delicia! ¡Con lo bien que huelen, jajaja, mejor sabrán! – pensaba un arata de alcantarilla que miraba desde la otra esquina de la plaza.
El señor Monstruo de colores tuvo una genial idea, decidió pintar el suelo de naranja, verde y amarillo así cuando los ratones asaltaran la librería, estos se quedarían pegados al suelo o dejarían sus huellas por todo el local y les darían caza.
¡Excelente idea! – Aplaudió el señor “Dragón cartón de huevos”, y yo desprenderé una de mis terribles llamaradas. ¡Ya veréis como corren!
¡Nada de eso! -intervino la señora Tortuga Clementina. ¡Cómo se le ocurre lanzar fuego donde hay tanto papel! ¡Qué barbaridad! Déjenos a nosotros.
A todo esto, la librera, alegre y despreocupada ordenaba aquí y allá los libros, los cuentos sin imaginar siquiera lo que se estaba “cociendo”…(Continuará)