
Sofía continuó leyendo la hoja de periódico hasta que esta se desprendió del escaparate a causa del viento.
Todos quedaron muy impresionados y sumamente perdidos ante tal situación. ¿Qué sucedería ahora? ¿Qué iban a hacer? ¿Cómo pasarían los días? Estas preguntas se las hacían unos a otros en una algarabía atroz.
Todos hablaban a la vez, y como todos hablaban, pues poco a poco se iba subiendo el tono de voz hasta que acabaron gritándose los unos a los otros.
Dragón Cartón de Huevos lanzó un rugido.
• ¡Basta ya, por favor!
Las paredes retumbaron, y todos se quedaron en silencio.
• Así no haremos nada. No podremos ponernos de acuerdo porque no nos escuchamos. -prosiguió- Lo mejor es hacer un turno de palabra y que cada uno vaya exponiendo sus ideas. La señorita Sofía, ha mencionado que, según el periódico, el país está confinado.
• ¿Confitados? -pregunto Ovejita
• ¡Ja, ja, ja, ni que fuéramos mermelada! -soltó una carcajada Cerdito Rosa. Y todos comenzaron a reír
Dragón Cartón de Huevos volvió a rugir.
• ¡Orden, orden! CON-FI-NA-DOS, Ovejita, esto significa que debemos permanecer encerrados. Nosotros y toda la población, cada uno en su casa.
• ¡Claro, pero nosotros somos muñecos! ¿Dónde íbamos a ir sin la librera? – preguntó indecisa Ovejita
• No divaguemos, por favor. -Intervino Merceditas- Yo propongo que hagamos una lista de actividades ahora que vamos a estar tanto tiempo juntos, ¿qué os parece? Podemos jugar, leer, dibujar, contar historias, hacer gimnasia, bailar…
Entonces todos volvieron a hablar a la vez, y a interrumpirse los unos a los otros. De repente, la señora Orchidaceae tosió y todos volvieron sus miradas hacía ella.
• Si me lo permiten, – dijo- creo que lo más acertado será hacer un “timestable” o calendario de tareas, en el cual se puedan organizar las diferentes actividades, los participantes, y la periodicidad, o para que los más pequeños lo entiendan, cuántas veces se podrá repetir esa actividad. Tómenlo como si fuera un… ¡Campamento inesperado!
• Muy buena idea, señora Orchidaceae. Pongamos mano a la obra.
Y así comenzaron a organizarse. Cada uno fue proponiendo aquellos juegos que más les gustaban como, por ejemplo, jugar a las estatuas, al 1,2,3 pollito inglés, a Rayuela. Entre Borja, la hormiga, y Mimí hicieron un tobogán utilizando cajas vacías del almacén. Doña Fresita propuso cantar canciones y Laura, jugar a tres en raya. Merceditas se ofreció a contar un cuento todas las noches y Dragón Cartón de Huevos a narrar historias de sus aventuras por los diferentes países y castillos donde había vivido. Todos participan activamente, menos la señora Orchidaceae, que seguía distante y algo alicaída.
Cada día se disponían una serie de tareas. La verdad es que lo pasaban muy, muy divertido.
Un día, bien tempano Cerdito Rosa se levantó el primero y descubrió una de las maravillosas flores amarillas de la señora Orchidaceae en el suelo. En seguida fue a avisar a los demás. Aunque les resultaba algo antipática, no querían que le pasara nada malo. El aspecto de la planta iba empeorando. Cada vez sus hojas brillaban menos e iban tomando un color amarillento.
• No tiene muy buena pinta, ¿verdad Sofía? -pregunto Cerdito Rosa a la vaca
• No. Creo que está enferma. – respondió Sofía
• ¿Crees que tiene el Covid-19? – Pregunto Cerdito Rosa
• ¿La señora Orquídea está enferma? ¿Acaso tiene el confitado Covid-19 de Wuhan? -grito Ovejita, que era la más miedosa de todos y también la más pequeña.
• ¡Madre mía Ovejita, qué lío tienes! Hasta un niño de dos años sabe que confitar es endulzar, bañar de azúcar una fruta, por ejemplo, para hacerla más agradable. No estamos CONFITADOS, sino CONFINADOS que es muy diferente, es decir encerrados. Ya te lo hemos explicado alguna vez. – afirmó pacientemente la vaca Sofía.
Pasaron algunos días y la señora Orchidaceae no mejoraba. Muy al contrario, había perdido todas las flores, y sus hojas languidecían. Todos andaban muy preocupados por ella. Todos pensaban que la pobre señora Orquídea tenía el Covid-19. Hicieron un círculo con libros de segunda mano marcando una distancia prudente. Y aislaron a la señora Orquídea dentro de él. La miraban con recelo y ninguno osaba a acercarse.
Una mañana, después de jugar al pilla-pilla entre los libros, Mimí se escondió tras otra de las plantas que adornaban la pequeña librería. Está también presentaba una aspecto mustio y triste. Era una pequeña plantita a la que llamaban Mr. Money.
Mr. Money se inclinó sobre nuestra muñeca y le pidió agua.
• ¡Agua, agua! Necesitamos agua, – susurraba- no tenemos nada extraño, ni la señora Orquídea, ni yo. ¡No me mires así! Solo necesitamos que nos rieguen. ¡Llevamos semanas si recibir una gota de agua! -musitaba casi sin fuerzas al oído de Mimí. A la pequeña planta también comenzaban a amarillearse las hojas.
• ¡Por supuesto! Ahora mismo solucionamos esto- repuso Mimí.
Idearon una manera de llevar agua hasta las diferentes plantas que había en la librería. Hicieron entre todos en una cadena y poco a poco desde el aseo hasta el escaparate fueron pasándose un pequeño vaso de plástico lleno del preciado líquido. Tuvieron que dar muchos viajes. Tardaron mucho tiempo, pero al final las plantas quedaron regadas.
Aquella noche Merceditas leyó un cuento muy bonito, y doña Fresita recitó un poema muy cortito. Todos fueron a dormir muy cansados por el tremendo esfuerzo.
A la mañana siguiente las hojas y tallos de las diferentes macetas estaban radiantes, se habían recuperado. Doña Orchidaceae, se sintió muy agradecida, pidió disculpas por lo distante que había estado hasta ese momento y prometió que sería una más de la familia que vivía en la librería “Merienda de Letras”.