FESTEJAR EL DÍA DEL LIBRO

Festejar El Día del Libro está muy bien, yo diría, incluso, que está genial. Igual que cuando se celebra El Día del Padre, de la Madre, el del Planeta, el de los Enamorados; si no fuera por ese cierto tufo a consumismo incontrolado.

¿Debemos leer, respetar el planeta, o amar a nuestra pareja cuando nos lo impongan o nos lo recuerden?  ¡¡Pamplinas!! ¡¡Paparruchas!!-como diría Ebenezer Scrooge.

Debemos leer siempre, amar los libros siempre, al igual que debemos respetar y cuidar a nuestros seres queridos (tengan el formato que tengan, pareja, hijos, padres…) y por supuesto a nuestro planeta sin fecha determinada para hacerlo. Siempre.

Para centrarnos en los libros, lo primero que debemos hacer es agradecer a todos los que aman los libros, y que nos han acercado a sus páginas, las han abierto para nosotros con primor ante nuestros ojos: ¡Mira! Parecen decirte, ¡Lee!

Gracias a ese profesor, o maestro, que te descubrieron al autor con el que te enamoraste perdidamente de la lectura, con el que te perdiste por los tejados de la imaginación o te rebelaste en plena adolescencia.

Gracias al bibliotecario, paciente, curioso, erudito que te aconseja, que te escucha, que te lleva por ese laberinto infinito de libros dormidos.

Gracias al librero, atento, que sabe estudiar el rostro del lector que llega hasta sus estanterías; ese que no busca un vendedor complaciente sino al que ha pasado muchas horas entre páginas sabias, de opinión diversa; y que acertará con lo que busca.

Gracias a los que luchan por la Literatura, por los Libros, por el Fomento a la Lectura desde el campo de batalla, a veces minado, de colegios, institutos o administración; se encuentran muchas veces con enredadas madejas de hilos burocráticos.

Y gracias a los padres, madres, abuelos, abuelas, tíos, tías, que muchas noches, con párpados hinchados de cansancio, o en ratitos perdidos, con paciencia infinita, nos narran un bonito cuento.

Constituyen un batallón de hormigas trabajadoras, laboriosas hilanderas, armazón de la cultura , que debemos proteger.

¡E conta, mamá, e conta otra vez, por favor! Recreo en mi mente la voz de mi hija que me instaba una y otra vez a contar la misma historia.

Hoy quiero proponerles una encomienda: luchemos por los libros, por la cultura, por la lectura; pero desde abajo, desde los cimientos. Y para eso necesitamos enseñar a los niñ@s a amar la lectura. Yo les propongo un reto: PONGAMOS UN CUENTO EN NUESTRO BOLSO, y cuando nuestros niñ@s nos pidan el móvil para entretenerse, ofrezcámosles un mundo lleno de mucho más que una pantalla; ofrezcámosles la fantasía, la imaginación, y la ilusión de un libro.

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